¿Quién soy? ¿A qué he venido?

Las personas que más me conocen probablemente dirían que vine al mundo a dar por saco y, la verdad, razón no les falta. 

Soy Eli, porculera por convicción, 

gaditana de nacimiento pero universal de corazón. 

Soy músico con vocación de profe 

y novata en lo referente al blogger.

Pero bueno, se supone que tengo que explicar por qué estoy aquí y qué tipo de locura me hizo creer que ser profe de secundaria era una buena idea, así que ¡Al lío!

No podría comenzar de otra manera que hablando sobre mi padre, el maestro de la bicicleta. Ir paseando con él por las calles de mi pueblo supone pararse cada dos por tres porque tod@s le conocen y le quieren... y es que mi padre ha sido, es y siempre será un maestro extraordinario. No, no es el típico enrollado-guay-moderno, él es más de la vieja escuela (¿he mencionado ya que está jubilado?) pero siempre ha sabido mirar al alumnado más allá de las notas y de los comportamientos. 

Mi padre tiene muchas historietas personales, pero hay una en concreto que siempre me gustó y quisiera compartir: él tenía un alumno en su tutoría que siempre suspendía y con el que la madre ya no sabía qué hacer. Vamos, que cumplía a la perfección con el perfil de repetidor y así lo veían en el colegio pero, por suerte para él, mi padre no cree en los casos perdidos. ¿Resumen? Le "aprobó" un examen (entiéndanse bien las comillas) el chaval al fin creyó que podía, se motivó y se esforzó, por lo que no suspendió más en la primaria. 

La verdad es que podría escribir mucho sobre lo que valoro de mi padre como maestro, pero lo cierto es que no fue eso lo que me llevó a tener clara mi vocación. De hecho, fue hace bien poco que la descubrí, aunque inconscientemente siempre estuvo ahí y ahora lo sé. 

Yo nunca fui una niña con problemas académicos ni de ningún otro tipo... hasta que llegó la adolescencia (chan chan chaan). Supongo que todos mis lectores habrán pasado y superado esa etapa (desafortunadamente "gracias" más a los litros de alcohol que a la terapia), así que no es necesario abordarla demasiado. Sólo diré que de ser la típica buena estudiante que sacaba buenas notas y ayudaba a los demás, pasé a suspender y repetir curso. Mis libros el último día de clase permanecían más cerrados que una discoteca en tiempos de pandemia. Lo único que me interesaba eran los retos que muy esporádicamente planteaba el profesor de matemáticas.

Total, que en ese plan llegamos a 2º de Bachillerato y 6º de Grado Profesional, con la tensión de tener que tomar la decisión que determinaría tu futuro: ¿Qué quieres hacer con tu vida? Y mi respuesta fue algo así: ¿en serio? ¿tiene que ser ya? Pues nada, hagamos girar la ruleta de las carreras (redoble de tambores)... Ha tocado... ¡Grado de Física! Al fin y al cabo mi objetivo no era estudiar sino salir de casa, así que cualquier carrera me valía.

Lo cierto es que al principio me pareció interesante, pero ya a mitad de curso dieron una charla sobre la salida laboral que tenía esa carrera y ahí perdí el poquito interés que me quedaba en ella (sí, yo aún me sigo preguntando por qué esa charla no se ofrecía antes de matricularte) y vuelta a la casilla de salida. 

A todo esto, el curso anterior había finalizado el Grado Medio de guitarra en el Conservatorio de Jerez, pero no pensaba presentarme a las pruebas del Superior porque, para ser honesta, tenía miedo al fracaso y me lo habían pintado como algo tan difícil que estaba segura de no superarlo. Por eso, nunca me cansaré de agradecer a mis padres que me apuntasen a las pruebas de acceso y pagasen las tasas del examen sin decírmelo, prácticamente forzándome a presentarme. Gracias a eso pude entrar, sacarlo a curso por año y descubrir que amo la música. Ser músico no es mi vocación sino que forma parte de quién soy, yo no sería yo si eliminasen la música de mi vida. 

Como supongo que la mayoría no sabrá qué es ser guitarrista de música clásica, aquí os dejo una pequeña muestra de una obra clásica interpretada por mí:

 

Y entonces os preguntaréis ¿y qué tiene todo esto que ver con la docencia? Paciencia, que ya llega. 

La cosa es que, a pesar de ser un poco caos, en mí siempre quedaba el deseo de poder ayudar a los demás, de contribuir a que este fuese un mundo mejor. Esa inquietud profunda, unida a la insistencia de una persona cercana, me llevó como voluntaria a un campo de trabajo en Melilla. Por supuesto, me lo pensé mucho antes de tomar la decisión, pero confiaba en que yo solo iría de ayuda, sin ningún tipo de responsabilidad seria, es decir, de "segundona". Y ¿qué fue lo que ocurrió? Pues que las circunstancias hicieron que me tuviese que quedar a cargo de un grupo de 20 adolescentes que casi no hablaban mi idioma (lo que estáis escuchando ahora no son aplausos, es el sonido de mis piernas temblando). Como ya he escrito demasiado, iré directa al final de la historia: Por el contrario de lo que yo temía, los alumnos no "pasaron" de mi sino que conseguí mi lugar con respeto y cariño. No sólo conseguí hacerlo sino que , además, me ENCANTÓ.

Así como anécdota, en los recreos me pedían que sacase la guitarra y tod@s terminaron aprendiendo a tocar “la bamba”. Pero lo importante allí no era el aprender "la bamba", sino el afecto y atención que esos alumnos recibían y transmitían. 

Desde entonces he sido monitora en campamentos, voluntariados y encuentros juveniles (por no mencionar a l@s 9 guerriller@s que tengo por sobrin@s), lo que ha supuesto una superación tras otra en mis miedos e inseguridades y por lo que hoy puedo afirmar que la docencia realmente es mi vocación. 

Creo en una enseñanza que no mire tanto a los resultados como a la persona porque estoy segura de que no hay niños o niñas inútiles, sino métodos erróneos y/o profesores equivocados de profesión.

Ea, ahí lo dejo. Nos "vemos" en el siguiente post.